13/3/08


Me dejo caer en el silencio de una tarde
donde la primavera empieza a recrearse
entre los árboles y un goteo de pájaros.
A veces la sombra que se eriza en mí,
trae un resuello de abanicos.
En su quehacer de sabiduría
emana la luz de un refugio de albadas
y el color de los sueños que atesora
sé que se ha forjado en el crisol de todas mis miradas tristes.

Temo mi debilidad, mis miedos
germinan cerca de tu piel
y siento el aliento de tu boca y el sabor de tu saliva
acosando mis palabras,
haciendo erráticos los verbos,
deshaciendo los adverbios
y desnudando de contenido todos los adjetivos.

Entre las dos orillas de tu cuerpo,
hay un río devorador
y desde un extremo de él
te veo nítida, te siento viva
y oigo tus latidos y tu llamada.

Pero ahora la tarde se lleva en su saca
el valor de todos los silencios,
el azul de un crepúsculo
y es posible que un poco más de mi felicidad.

1 comentario:

fgiucich dijo...

Las sombras que vamos encontrando al caer la tarde no llevan por caminos ya recorridos. Abrazos.