Me dejo olvidada en un ensueño,
al abrigo enfático del camino hecho.
Reconoce el pasado
sus orillas despegadas de misterios,
después de haber sido gaviota
enlutada cómo cuervo.
Volando en arrullos de esperanza
que empujaban los vientos
contra las puertas cerradas de los sueños.
Días que llenaron años, tiempo,
sólo tiempo,
salpicado de tinieblas que impedían
ver las manos desnudas de milagros.
Desórdenes del silencio:
martirizadas primaveras que
desafiaban al sol, en el sótano
de un árbol perdido entre las piedras
de un jardín asolado por el viento.
La dignidad de ser un agujero
por donde escapan las palabras
que nunca se dijeron;
los fragmentos de unas caricias
sin regreso.
Por eso, sin más,
me dejo olvidada en un letargo
para despertar al cabo,
en un camino nuevo.
Siempre sueños
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