Guardado en el sigilo
de todos los secretos
hasta que el dolor fue tumba y piedra
y el lacre de las lágrimas
cristalizó bajo el polvo y el olvido, corazón,
tanto y tanto
fue el empeño de enterrarte
que los fósiles dialogan en tu estrato.
Fíjate,
tanto, corazón,
después de lucha tanta y extenuado
exhalando el hálito último de existencia, fíjate
dónde, vacío ya, llegaste
desvanecido tu blindaje y sin
memoria.
Fíjate el erial
que en tu suicidio conseguiste,
ese punto de congelación
donde las moléculas expiran
y la profundidad de la noche
opacifica la atmósfera.
En la quietud de tu muerte
la salvación acariciaste sin saber, corazón,
que las mieles de lo inamovible
forman la trama de lo que no es,
y en esa nada
ni las tumbas tienen lápidas
ni letras los secretos.
Por eso, ahora,
inalcanzable ya
aunque arrepentirte quieras,
el eco del amor que te llenaba
de las puntas de los dedos,
poco a poco se resbala . . .
Del libro “Eterno yacimiento”
de todos los secretos
hasta que el dolor fue tumba y piedra
y el lacre de las lágrimas
cristalizó bajo el polvo y el olvido, corazón,
tanto y tanto
fue el empeño de enterrarte
que los fósiles dialogan en tu estrato.
Fíjate,
tanto, corazón,
después de lucha tanta y extenuado
exhalando el hálito último de existencia, fíjate
dónde, vacío ya, llegaste
desvanecido tu blindaje y sin
memoria.
Fíjate el erial
que en tu suicidio conseguiste,
ese punto de congelación
donde las moléculas expiran
y la profundidad de la noche
opacifica la atmósfera.
En la quietud de tu muerte
la salvación acariciaste sin saber, corazón,
que las mieles de lo inamovible
forman la trama de lo que no es,
y en esa nada
ni las tumbas tienen lápidas
ni letras los secretos.
Por eso, ahora,
inalcanzable ya
aunque arrepentirte quieras,
el eco del amor que te llenaba
de las puntas de los dedos,
poco a poco se resbala . . .
Del libro “Eterno yacimiento”
No hay comentarios:
Publicar un comentario