24/1/08

PENSAMIENTOS ROTOS




No sé qué fue primero:
la voz o el espíritu, quién dejó de cantar.
La música, intermitente, llegaba al alma,
más allí moría y era devuelta al silencio.
Mejor no cavilar y cruzar quedamente el tedioso mar
en que, a veces, se convierte la vida;
ralentizar la sangre,
cortar el suministro al ímpetu de las pasiones,
reír someramente,
prohibirse el alivio de las lágrimas
que deja desnudos los sentimientos
en el centro de una ensanchada soledad,
menospreciar recuerdos y nostalgia con sus agonías,
no conceder margen de análisis a la razón;
persuadirla de que no abra los diques al realismo;
desoír la llamada del espíritu
que reclama el regreso del Ser a su ser.
No meditar:
atravesar sigilosamente el desierto del verismo,
intentando no morir en la sed que da el hastío;
ahogar a los sueños mientras duermen, así no sufran; ironizar con la fantasía hasta exterminarla;
quitarle las bridas al tiempo y exhortarlo
a que vuele hasta vislumbrar el tétrico colofón;
transitar anestesiados bajo esa aurora
perennemente violeta;
abandonar al amor tras las tinieblas.
Y, lentamente,
dejar que el alma se convierta en piedra.
Impávida piedra inmune al dolor .

1 comentario:

fgiucich dijo...

Una intensa y dolorosa descripción del dolor. Abrazos.